Santiago, estaba muy feliz, Cristina también. Algo había pasado allí, no era tonta para no darse cuenta, de ello.
Se iba a la joyería, en tres o cuatro horas, ya estaba en casa, ya no le pedía reiteradamente de salir, con aquellas amistades, que ella la hacían sentir tan incomoda.
Los días siguieron pasando placidamente.
Cristina, ayudaba en casa también, era una mujer inquieta, la casa era grande, no pretendía que todo el peso de la casa, cayera en María y Teresa.
Teresa, hacia tiempo que estaba en casa del matrimonio, cuando ellos se casaron, hacia de eso la friolera de veinte años. Ahora la mujer ya no estaba para mucho ajetreo, pero la apreciaban tanto, que seguramente allí pasaría sus últimos días. Santiago y Cristina tenían un gran corazón. Eso no se podía poner en duda.
María desde que habían llegado al hogar del matrimonio, ella y sus sobrinos, estaban como mas lustrosos. Sin duda aquella casa, había sido una suerte, para ellos.
María, puedes venir?
Si señora, voy
Mira, no me llames mas señora, me hace sentir incomoda, hablame como hablas a cualquier persona.
Pero....
Ni pero, ni peras, dicho esto se echó a reír.
Nadie María es mas que nadie. Que se te quede eso grabado, en el cerebro. Trabajas en casa, lo haces muy bien. Supongo que tu, estarás contenta, nosotros lo estamos de ti. Cual es el problema?
No, no hay ninguno.
Así me gusta. Te he llamado, porque quería pedirte algo.
Que señora?
Pero, en que quedamos? nada de señora, Cristina, solamente Cristina.
María timidamente sonrió. Fue una suerte inmensa tropezarse con aquellas personas tan fantásticas. Miró a Cristina y pensó que era una mujer guapísima y toda corazón.
Mira María. Soy una mujer sencilla, tu también lo eres, nosotras pienso que nos entendemos, a la perfección.
No me gusta que en mi casa haya turnos para comer. Nos sentamos todos a la mesa juntos. Teresa siempre lo ha hecho así, cuando estamos en casa. A partir de ahora quiero que te sientes tu también. Cuando los chicos estén en casa también.
Pero Cristina, no es necesario, yo... nosotros podemos.
María ya esta decidido, no se hable mas mujer.
Gracias, gracias, muchas gracias
Iban pasando los días, placidamente.
Santiago apareció en aquel momento, María timidamente se retiró a sus quehaceres. Donde está la mujer mas bonita?
Cristina se echó en sus brazos, lo besó con amor. El la abrazó fuerte. Se sintió tan amada, tan deseada....
Mi amor, quiero que hablemos.
Que pasaría ahora? se preguntó.
Mira, he estado dando muchas vueltas, a las cosas, estos últimos días, creo necesario que hablemos.
Me vas a pedir?
No cariño, ya no te voy a pedir nada de eso. Veo las cosas, diferentes a como las veía hace un tiempo.
Sabes? pienso que he sido un cretino. No tenía derecho a pedirte una cosa, que va en contra de tus principios, mi amor, a partir de ahora, se acabaron las amistades huecas, vacías, llenaremos nuestra vida de amor.
Pero Santiago tu?
Ya no, mi amor, ahora seré el hombre maravilloso que deseabas, tu Cristina eres la mujer con la que quiero envejecer, nada de maquillajes, tacones, silicona, toda para ellas.
El amor había podido, con todo lo absurdo, con todo lo fatuo, con todo lo innecesario.
Todos siguieron con sus vidas, en aquella casa que aunque lujosa, se respiraba, paz, amor.
Fue pasando el tiempo, Santiago dio gracias a Dios, por el día que decidió ir paseando por las afueras de la ciudad, y se encontró la casita destartalada, con dos niños y su tía. Aquellos seres le demostraron que se puede ser feliz con muy poco. Sin duda, faltos de dinero no estaban, así que aquello aun ayudaba mas
Espero os guste.
FIN Verónica