Siguieron colocando género en las estanterías y colgadores giratorios. A las cinco y treinta, el sonido de la campanilla musical volvió a sonar, una señora de unos cuarenta años entró y dio las buenas tardes
Las dos contestaron, casi a la vez...
-Clara, atiende a la señora -dijo Tere, y disimuladamente la observaría en todo momento para ver si atendía bien a aquella clienta.
Muy solícita se acercó y preguntó
-¿Que desea?
-Quería probarme un suéter que he visto en el escaparate, uno de color negro con un bordado de plata.
Clara fue hacia la estantería, y le trajo el mismo modelo y color, y la talla que ella utilizaba, de cuerpo más o menos estaban igual. Con delicadeza desdobló el suéter, y encima del mostrador lo extendió.
-¡Es muy bonito! hace dos días lo vi en el escaparate, y no me he podido resistir. ¿Qué vale?
-Clara miró la etiqueta, y pensó que un suéter como aquel no lo tendría en su vida.
-Cien euros.
La mujer se lo probó, y le gustó.
-Me lo voy a quedar. La verdad, es que es muy caro pero me voy a dar un capricho, me acabo de separar y lo voy a celebrar, y he pensado que la ocasión bien lo vale.
Clara muy discretamente la escuchaba
Al irse la mujer, Tere la felicitó.
-¡Lo has hecho perfecto!
-¡Gracias, Tere! -y las dos sonrieron-
La siguiente persona que entró fue Tere quien la atendió. Pasaron el resto de la tarde colocando género.
A la hora de cerrar se despidieron de Marta, que estaba repasando unos albaranes en aquellos momentos.
Fueron caminando un trecho, y se despidieron hasta el día siguiente
Llegó a la portería de Marga, y alguien deprisa entró detrás de ella.
-¡Clara! -alguien llamó-
La mujer se quedó lívida y temblorosa, era Manolo.
-Llevo parte de la tarde esperándote.
-Tu y yo, nada tenemos que hablar, ya te lo dije...
-Deberías estar contenta, de que venga a buscarte.
-Yo no te lo he pedido. Puedes marcharte y no vengas más, jamás me iré contigo.
-¡Eres una puta! y yo un pardillo por venir a buscarte -el hombre se abalanzó dispuesto a apretarla del cuello-
Un vecino del inmueble fue a entrar
-¿Que le hace, a esta señorita? sino la deja en paz llamo a la policía.
Manolo se tuvo que reprimir, pero estaba muy enfadado y a voz en grito le dijo
-¡Tu y yo, ya hablaremos otro día, hoy te has librado! - y salió de la portería, dando largas zancadas-
-¡Gracias! sino llega a ser por usted -dijo Clara casi llorando-
-¡No hay de que! me llamo Juan.
-Yo Clara, muchas gracias -contestó ella bastante sofocada, por aquella situación que no esperaba.
El hombre se despidió, subió las escaleras hasta el entresuelo, se oyó en un momento abrir y cerrar una puerta, mientras ella ya iba subida en el ascensor.
Autora Verónica O.M.
Continuará