José, el padre de Dolores y de Julia, se dirigía a un pequeño bar de la aldea, su intención era pasar un rato con sus amigos, conocidos y vecinos. Allí se reunían los varones, bebían cerveza, jugaban a las cartas, y a la vez hablaban de sus cosas.
Justo en la entrada del local, había dos hombres, Zacarías y Alfonso, hablaban entre ellos y reían.
José escuchó parte de la conversación, lo escuchado no le gustó en absoluto.
Zacarías fanfarroneó -Con la mujer de José me acuesto en cuánto yo quiera.
Alfonso le rió la fanfarronería.
Al oír esto, y sin pensárselo demasiado le atacó por la espalda.
-Hijo de puta. Si te acercas a mi mujer eres hombre muerto.
Dicho esto le pegó un fuerte puñetazo, y Zacarías cayó al suelo. Su nariz chorreaba sangre, y en un momento su camisa se empapó de ella.
José entró en el bar, dirigiéndose hacia la mesa en dónde ya lo esperaban impacientes sus vecinos para empezar la partida.
-José ¿te sucede algo? -se lo preguntó el más viejo, pero todos esperaban aquella respuesta.
-No. Son cosas mías.
Era muy tarde cuándo decidieron marcharse.
Ya en la calle, se despidieron hasta el día siguiente. José echó a caminar, su familia le esperaba.
Andó un corto trecho, y se tropezó con los dos hombres. Al parecer lo esperaban.
Zacarías se le acercó, y con una piedra que tiró con fuerza en su cabeza, le hizo perder la consciencia, abriéndole en ella una gran brecha. Brotaba sangre a borbotones.
Lo arrastraron detrás de unos árboles. Cuando todos hubieran vuelto a sus hogares ajustarían cuentas.
Autora Verónica O.M.Continuará