Clara cerró la puerta.
Intuía que aquella vecina hablaría mal de ella.
Y no se equivocaba.
La mujer sin perder el tiempo llamó al timbre de otra vecina tan cotilla como ella.
La otra abrió enseguida...
-Qué me vienes a contar - dijo. Sus ojillos maliciosos se alegraron porque sabía que la otra le traía noticias frescas.
-Me he tropezado con la del segundo, ya sabes... la nueva y no veas que pintas de dejada. Me huelo que a esta le ha pasado algo bien gordo.
La otra escuchaba y sus ojillos de tenerlos tan fijos y sin apenas parpadear le escocían a rabiar. Cuando cerrase la puerta se echaría unas gotitas de lágrimas artificiales.
Se echaron unas risas y se despidieron hasta las cinco de la tarde.
Irían a tomar un café y a seguir dándole a la lengua de ella o de cualquier otra.
Verónica O.M.
Continuará
Lo que nos temíamos con esa vecina, Vero
ResponderEliminarUn abrazo.
Las hay en todas partes, pobre Clarita, saludos amiga.
ResponderEliminarEse es el trabajo de esas cotillas con una vida triste y amargada.
ResponderEliminarUn abrazo grande,Vero.
Os deseo un buen fin de semana.
ResponderEliminar😃🌺😘
Por aquí las llaman cotorras, a la que tanto cotillean malsanamente. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarBien lo merecen...
EliminarPor aquí chafarderas y criticonas.
Un abrazo 😃