jueves, 28 de noviembre de 2019

COMEDIA DIVERTIDA CAPÍTULO N°4

Rodolfo empezó a caminar. Le costaba un poco e iba un poco cojo, seguro la herida le dolía un poco.

Su acompañante iba más campante, a pesar de ser mayor subía la cuesta sin esfuerzo, no cómo él que parecía un mártir.

-Ya queda poco. ¿Vos ve aquella casita encarnada? pues ahí vive Encarna, mi prima gitana. Y por si quiere saber mi nombre me llaman Silvestre, para lo que vos necesite o guste.

-Perdone, por lo de antes. Me daba vergüenza decirle a lo que he venido.

-No se apure, que soy como vos. Bueno como vos no, que soy bastante más viejo.

-No tanto. Si parece que tenga unos cuarenta y pocos.

-La verdad, es que se equivoca poco. Tengo cuarenta y siete, dentro de poco uno más cumpliré.

-Para su edad está muy bien. Ya quisiera yo, que con esos años poder así correr.

A todo eso iban llegando. Una mujer con ropas muy coloridas estaba sentada en la puerta, cómo no... En una silla.

-Hola, prima. Aquí traigo un posible cliente. 

-¿Que es lo que quiere, caballero? -Preguntó la gitana con voz cantarina.

-Algo, para no quedar mal con mi amada. ¿Ya sabe? -Dicho esto su rostro se tornó muy rojo por la vergüenza dada. El pobre no podía ni imaginar que el haberlo dicho a destiempo le había causado tanto tormento.

-Anda, primo. Pasad allí dentro y me esperen un momento, que le busco para su problema un remedio muy bueno.

-¿Quiere beber agua fresca? -Silvestre le preguntó.

-Si, por favor. La cuesta hay que ver lo que subir me costó, me entró mucha sed, que ahora gracias a vos saciaré.

Cogió un cubo y lo metió dentro del pozo. Al momento y con un cuenco le trajo el liquido saciador, que el joven Rodolfo tragó demasiado deprisa. Un golpe de tos le vino enseguida.

-Vos, parece un poco avaricioso, que nadie se la quita. Si quiere aquí quedó para llenarse bien la barriga.

Al rato la gitana volvió -Con la mitad de esto se pondrá cómo un toro, no tome más que no se si su cuerpo lo aguantaría.

-¿Señora gitana, cuánto cuesta?

-¿Cuánto me da?


Rodolfo sacó unas cuantas monedas de plata que a la mujer entregó, ella muy contenta del trato quedó.

-Prima, Encarna. Nos vamos, que el joven tiene todavía un rato que andar, y con este pie mucho esfuerzo tendrá que hacer.

-Vayan los dos con Dios.

Hicieron el camino de vuelta, bajar era mucho más rápido, aunque el dolor era el mismo o parecido. Al llegar al final del camino dónde se llegaron a encontrar, Silvestre alargó una mano. Con ese gesto le daba a entender que quería cobrar.

El joven que lo entendió, del bolsillo varias monedas sacó.

Silvestre quedó muy contento, había que ver sus ojillos brillando, parecían dos pequeños luceros negros.


-Adiós, buen hombre.

-Adiós, caballero. Que ese remedio le funcione, no tome más de lo debido porque quizás ni lo contase.

Cada uno fue por un camino distinto. Más adelante los niños se le echaron de nuevo encima, no le quedó otra que terminar tirando de nuevo otras monedas, que eran las últimas que le quedaban. Los niños marcharon en busca de ellas, aprovechó el momento y escapó corriendo. Parecía como si el pie ya no le doliese.  -Pero caray, que dolor sintió.
Autora Verónica O.M.
Continuará

CAPÍTULO Nº5

Rodolfo salió del poblacho, huyendo, la verdad es que nunca pensó el tenerlo que hacer de ningún sitio.
Y si los niños son seres tan indefensos, ¿cómo era posible que huyera de ellos?

-¡Vaya lugar! -pensó con desprecio.


Aunque bien pensado nada más le podían sacar, en sus bolsillos nada le quedaba, pero se temía que no les hubiese importado dejarlo desnudo en el camino, sólo de imaginarlo le daban escalofrios en la cabeza y en su cuerpo entumecido.

Cuando llegó a su vieja mansión, calentó un poco de agua y la vertió en una palangana, y allí metió su pie herido.

A eso de que llegó su amigo Vidal. -Qué hay ¿lavándose los pies?-preguntó muy sonriente.


Él lo miró con cara de pocos amigos, Vidal fijó sus ojos en aquella palangana, viendo que su agua se tornaba de un color bastante turbio. -¿Que le pasa a ese agua?

-¿No ve que estoy herido? ¡por Dios, amigo! Que ya no ve muy bien, le digo.

-¿Que le ha pasado?

Pues es evidente, que me he herido.

-Venía a decirle algo importante, ya no hace falta que vaya a ese sitio.

-¿Que sitio? preguntó Rodolfo muy mosqueadillo.

Al poblacho dónde vive la gitana, he oído que allí le dejan a uno sin blanca. Esta mujer viene con sus encargos hasta casa, así que amigo mio ya no hace falta que vaya.

-¿Y ahora me lo dice, mal amigo? Esto que me pasa es consecuencia de haber ido. Me herí, mucho trabajo y dolor he padecido, y me he quedado sin mis monedas de plata, esas que dedico horas a abrillantarlas, ¿y ahora me dice que ya no es preciso? ¿y que la gitana viene a domicilio? ¡Váyase mal amigo! que hoy estoy muy enfadadillo.

No esperaba que su amigo lo echase de aquella manera. Y se dijo que ya volvería en cualquier otro momento, cuándo él estuviese más calmado. Ahora iría a decírselo a su pretendienta , para que no le esperase aquella noche. Entre el pie y la mala leche, seguro se quedaba compuesta y sin cirio.
-Todo le pasa por haber corrido. Ay, lo que tenemos que hacer los amigos, pero mañana estará arrepentido y muy contento conmigo.
Autora Verónica O.M.
Continuará

6 comentarios:

  1. Que buen capitulo,.... va emocionado pensando en que ese remedio funcione de maravilla, ojala..... Saludos amiga.

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    1. Me alegra muchísimo te guste. Veremos el tal remedio ja ja.
      Saludos, guapa. Feliz día 🌹

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  2. El hombre repartió monedas por todas partes, con la ilusión del dichoso remedio gitano, que ya ni dolor siente en el pie. Nos vemos en el siguiente capítulo. :)
    Besos.

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  3. Hola Veronica.. Que le habrá preparado la gitanilla, vaya a saber..
    Quedamos a la espera..
    Un abrazo..

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La letras, tienen el poder de llevarte a ese mundo dónde todo es posible, deseo te gusten las mias...